8/8/16

(03) Eficiencia y competitividad de la redes de economía social.

Dado el pragmatismo predominante, es probable que el motivo individual para participar en la red de trueque no sea aceptar los valores que la definen, sino resolver las propias necesidades mediante el intercambio de su producción particular, al margen de las regulaciones restrictivas del sistema. 
Los valores y procedimientos de la red se aceptan como condición para participar, aunque puedan asumirse "a posteriori" por parte de los nuevos adherentes, pero conviene distinguir ambos aspectos a la hora de analizar su evolución.

Las redes de "Economía Social" pueden evaluarse según criterios clásicos de eficiencia y competitividad, ponderando los aspectos particulares "antieconómicos" que las caracteriza.
Se intercambian productos y servicios, que se "fabrican", transportan y venden (en cuanto se utiliza una moneda) en un mercado físico (Mercados Tradicionales y Populares o de trueque) o virtual.


El coste de este proceso se descompone en partes diferenciadas según diversos criterios, pero simplificando mucho analizaremos los siguientes, a título de ejemplo: 

1.- Coste monetario de mercado: de bienes y servicios insumidos que se deben obtener en el mercado mediante dinero oficial. 
Muy difícil de imputar al incluir recursos que en cualquier caso "necesitamos y tenemos" para vivir: la vivienda reconvertida en taller, herramientas de bricolaje doméstico usadas en nuestra producción artesana, el coche particular que utilizamos para transportar mercancías hasta el punto de venta, etc.
En el mejor de los casos imputamos una parte aproximada de gasto suplementario en electricidad, teléfono o gasolina. 
Más fácil resulta asignar el coste de los materiales comprados directamente para fabricar la mercancía final; si hacemos bisutería gran parte del material y las herramientas específicas se adquieren en comercios especializados.
Lo mismo puede decirse si hacemos jabón artesano de "diseño cosmético" con aceites y productos generalmente importados.
Si recurrimos al aceite reciclado, grasas animales y a plantas autóctonas y de acceso libre, el coste de materias primas se reduce significativamente (sólo la sosa y puede sustituirse por hidróxido de potasio extraído de la ceniza de madera, aunque con un consumo de tiempo significativo).
En cuanto a otras materias primas "casi" gratis podemos disponer de frutas de temporada (por ejemplo manzanas en Asturias) transformables en repostería natural y artesana (valor añadido por nosotros) con utensilios de cocina de uso común.

2.- Coste comunitario: de bienes y servicios insumidos que se pueden obtener en la red de trueque mediante crédito (que a su vez pueden descomponerse en tiempo de trabajo e insumos, utilizados para producir los bienes o servicios que generaron dicho crédito)
Dependerá de la variedad de productos ofertados y de su utilidad directa para nuestra actividad, o de que se establezca algún tipo de división del trabajo (por ejemplo separar producción, transporte y venta en mercados).

3.- Coste en trabajo directo: empleado en elaborar el producto. 
Incluido el empleado en obtener las materias primas.
Identificando las distintas fases de la elaboración, hasta tener el bien puesto en el mercado (envasado y etiquetado, aunque sean rudimentarios, puede considerarse el punto final de esta elaboración).

4.- Coste de transporte: Desde el lugar de producción hasta el punto de venta.
Si se vende en "fábrica" hay que imputar el tiempo de atención a los clientes; que pueden pagar mediante trueque, moneda social o moneda oficial, según sus preferencias y las nuestras (prácticamente nadie pone reparos a la moneda oficial pues, en última instancia, sirve para obtener una parte fundamental de nuestros insumos, y productos de consumo básicos que no están en la red).
Si debemos transportarlo hasta el cliente o el mercado, podemos imputar el gasto originado a los productos vendidos a raíz de ese porte (para decidir si nos resulta rentable en sí misma) o al conjunto de lo vendido en un periodo dado.

5.- Coste de comercialización: En el punto de venta (mercados tradicionales o de trueque, grupos de consumo).
En el caso típico de un mercado tradicional suele haber un precio de participación, y debemos permanecer durante una serie de horas.
Después de montar el puesto (que tiene un coste en sí mismo a atribuir según el uso dado en su vida útil, salvo que lo aporten los organizadores) habrá periodos de mayor o menor venta que puede rentabilizarse elaborando producto "in situ" como demostración o reclamo, o estableciendo lazos de amistad y colaboración con otros artesanos presentes.
De la diferencia entre la caja final y los gastos imputados obtenemos el resultado del día (siempre que no usemos el dinero de caja para gastos ajenos al mercado, como alimentos y bebidas consumidas).


Descontados los gastos atribuibles a la comercialización, incluido el precio final del producto comercializado; dividimos el resultado por las horas empleadas en desplazamientos y venta, y tenemos la ganancia por hora de la actividad en esa jornada.

En términos de rentabilidad económica el resultado suele ser ridículo, pero si dispones de tiempo, no productivo en otra tarea, cualquier cantidad resulta aceptable, si la necesitas para reproducir tu fuerza de trabajo (para comer).


¿Cómo valorar los productos vendidos en el mercado capitalista? 
La eficiencia del mercado capitalista se mide en términos del precio al cual se puede vender un producto y recuperar el capital invertido, más una ganancia suficiente para garantizar la sostenibilidad en el tiempo, y más el beneficio necesario para crecer y eliminar a la competencia, hasta donde los límites legales permitan. 
Pero se trata de no confundir valor y precio, desde la perspectiva del consumidor y del mercado capitalista.
El valor de uso (objetivo y subjetivo) de un producto dado para el cliente sólo se relaciona indirectamente con el precio, que surge del coste de producción y la oferta y la demanda orientada por la necesidad y la publicidad.

Un producto pierde "valor" en el mercado nada más pasar a las manos del consumidor que, para su hipotética reventa, debería bajar el precio automáticamente, y de manera creciente en función del tiempo de posesión y uso.

Hablamos del mercado de "segunda mano" regulado por el sistema, pero que puede integrarse fácilmente en el modelo de trueque.

El criterio de eficiencia de la economía del trueque es distinto en cuanto ignora o minimiza algunos costes y añade valor de uso y simbólico a su producción artesana y no alienada, no repercutiendolo en el precio para poder competir, sino considerándolo como parte del "beneficio" obtenido. 

Si hay que vender a precios por debajo de los costes imputados. 
¿Qué ventaja económica reporta la economía social o de trueque? 

La eficiencia en la red de trueque se mide por el tiempo de trabajo total necesario para satisfacer necesidades materiales y morales no satisfechas en el mercado formal, con el que existe una capilaridad evidente. 

En cierta medida, la capacidad de permanencia de estas comunidades, está fundada en la no imputación de parte de los costos de trabajo, siempre que se obtengan los ingresos monetarios marginales necesarios, para mantener el trabajo y los valores desplegados dentro de la comunidad de trueque. 
Es una forma de “autoexplotación” de resistencia a la estructura de explotación capitalista, más que una absurda estrategia de explotarse a sí mismo ineficazmente. 

Para algunos miembros, al menos en la teoría, los valores que se defienden son contraculturales y "antisistema" y muy excluyentes de los "excluidos" por la crisis, que buscan en la red una salida temporal, hasta una hipotética mejora económica personal. 

Para otros, el trueque frena el consumismo estéril y la obsolescencia programada, así como defiende la naturaleza desde postulados más o menos radicales. 
Esto se relaciona con el carácter elemental de los bienes y servicios que se pueden consumir en la red lo que, mal explicado, se interpreta como que entrar a esta comunidad implica renunciar al consumo no elemental dentro de ella (no a una renuncia ascética)

La entrada a la red de colectivos vulnerables, es causada por la urgencia de satisfacer necesidades materiales básicas, como forma subsidiaria al consumo integrado en el mercado capitalista; su adhesión, en consecuencia, debe ser paulatina; mediante la educación económica elemental, pero aceptando por su parte las reglas básicas, no necesariamente los valores, de la comunidad. 

Pretender fomentar la austeridad, manteniendo la red voluntariamente a nivel elemental es peligroso, porque si faltan productos considerados en la cultura urbana como de primera necesidad, los sujetos más dinámicos tienden a salir de la red en cuanto pueden. 
En la misma línea, la poca oferta de productos variados puede llevar a que los miembros restrinjan su propia contribución de productos o servicios o bien a que tiendan a “comprar lo que haya”, para no acumular "moneda" sin valor real. 

Estas comunidades se forman en general por miembros de las clases medias, amenazados o victimas de algún tipo de exclusión, con un capital cultural y organizativo que pueden poner al servicio de un proyecto de esta naturaleza (invirtiendo tiempo y entusiasmo)

En un momento dado se pueden integrar sectores pobres, sin suficientes recursos económicos para sobrevivir en el mercado formal, pero con capacidades para producir e intercambiar bienes y servicios entre ellos; no así para poner en marcha una estructura de esta naturaleza, más allá de la solidaridad y el intercambio familiar y de vecindad ocasional y espontáneo. 


¿Cómo extender estas prácticas de red a esos sectores? 
Es necesario estructurar propuestas, orientadas a colectivos de pobreza relativa (absoluta en su entorno social), en base a iniciativas colectivas para comunidades social y culturalmente heterogéneas, pero territorialmente próximas (por ejemplo en el ámbito municipal) y no creando segmentos diferenciados que se ignoran mutuamente, confundiendo caridad institucionalizada con solidaridad. 
Ejemplificando y educando en la identificación de bienes y capacidades que pueden tener "valor de uso" para otros y "valor de cambio" para nosotros que los poseemos: equipos electrónicos en desuso, ropa infantil, excedentes de huerta, aceite usado reciclable, etc, ofertados en un Mercado Popular y en redes sociales sin más coste que el tiempo invertido en la venta, y con el valor añadido de la interacción social con nuestros vecinos.
Fomentando un sistema de valores dirigido a reforzar la unidad familiar extensa, la reciprocidad del intercambio, la ayuda mutua, el trabajo colaborativo, etc, en competencia con otros valores propios del mercado capitalista que no desaparecen: el individualismo, la competencia y la explotación de la comunidad y el territorio (personas y naturaleza)

insumo.  Real Academia Española © Todos los derechos reservados
De insumir.
1. m. Econ. Conjunto de elementos que toman parte en la producción de otros bienes.

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